El síndrome del «profesor quemado» o BurnOut
¿Qué es el síndrome del “profesor quemado”?
El síndrome del “profesor quemado”, también llamado burnout, tiene repercusiones significativas no solo en la salud del profesor, sino también en el rendimiento y bienestar de los estudiantes.
Los educadores están obligados a impartir un promedio de 20 horas semanales a alumnos de diversas edades, enfrentándose a clases en las que los estudiantes pueden presentar comportamientos más desafiantes que en otras. Esta carga, combinada con la presión de cumplir con la programación académica, provoca niveles elevados de estrés y ansiedad en los profesores.
Características del síndrome del “profesor quemado”
Cuando alguien experimenta el síndrome del profesor quemado, deja de disfrutar de su trabajo, que en su mayoría es una vocación. Permanece de mal humor la mayor parte del tiempo y su mente está constantemente en las vacaciones o en salir de clase para regresar a casa. A continuación, examinaremos las demás características que define a un docente en esta situación:
- Ignora a sus estudiantes: El profesor entra en clase y comienza a impartir la lección como si los alumnos no estuvieran presentes. No les pide que guarden silencio, ni les presta atención. Simplemente, transmite el contenido sin importarle si están prestando atención o no. Una vez que termina la clase, se marcha.
- Impone tareas como castigo: Incapaz de manejar el estrés que lo abruma y sintiéndose profundamente frustrado, si los alumnos no se callan, interrumpen la clase, ignoran sus indicaciones o se dedican a otras actividades durante su clase, los castiga asignándoles una cantidad excesiva de deberes.
- Abandona el aula: El exceso de ansiedad y estrés puede llevar al profesor a abandonar el aula en cualquier momento, incapaz de gestionar sus emociones. En muchas ocasiones, esto se acompaña de un portazo al salir.
- Eleva la voz hacia los estudiantes: La desesperación que siente lo lleva a gritar, mostrando claramente que está abrumado por las circunstancias. Esto puede provocar que los alumnos pierdan el respeto por él.
Consecuencias para los alumnos
La principal consecuencia para los estudiantes es que no pueden seguir el ritmo de la clase y, mucho menos, resolver las dudas que puedan surgirles. El profesor se muestra ausente y distante, lo que lleva a los alumnos a sentir que no está cumpliendo con su labor de enseñar y preocuparse por su comprensión del tema.
En algunas ocasiones, el síndrome del profesor quemado lleva a que el educador solo preste atención a los estudiantes «mejores». Aquellos con calificaciones destacadas y que no tienen problemas para memorizar conceptos recibirán toda la atención del profesor, ya que su trabajo resulta «fácil» en estos casos y reduce su estrés.
El problema surge cuando aquellos que tienen dificultades para aprender o entender la asignatura quedan en desventaja. Si suelen obtener malas calificaciones, estas no mejorarán debido a la actitud que muestra el profesor.
¿Cómo evitar el síndrome del “profesor quemado”?
El síndrome del profesor quemado es prevenible y tratable si se detecta a tiempo y el docente está dispuesto a cambiar. Es esencial que el educador sea consciente de su situación y esté motivado para hacerlo. Es crucial comprender que la responsabilidad no recae en los estudiantes. Un cambio de perspectiva y actitud a tiempo puede evitar el agotamiento profesional.
- Más enfoque en la práctica y menos en la teoría: Los estudiantes pueden revisar la teoría en casa. En clase, es fundamental realizar actividades prácticas en lugar de solo escuchar las explicaciones del profesor o leer el material. Es necesario estructurar la asignatura de manera práctica para mantener a los alumnos comprometidos en las actividades, reduciendo distracciones y fomentando la productividad en las interacciones entre ellos. Este enfoque beneficia tanto a los estudiantes como a los profesores, al reducir el estrés y mejorar el ambiente de aprendizaje.
- Priorizar el aprendizaje y el progreso del alumno: El profesor debe centrarse en las necesidades individuales de los alumnos, resolver sus dudas y estar disponible para tutorías prolongadas si es necesario, sin afectar el tiempo de clase. Estas prácticas pueden ayudar al educador a recuperar su pasión por la enseñanza, aumentando su autoestima y proporcionándole una sensación de satisfacción y realización.
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